La saga «Crepúsculo» concluyó hace ocho años, con el estreno de la segunda parte de «Amanecer». Por entonces ya estaba claro el propósito de sus protagonistas, Robert Pattinson y Kristen Stewart, por expandir sus carreras más allá del cine comercial de adolescentes. Así fue como ambos empezaron a labrarse dos de las trayectorias más estimulantes del cine contemporáneo, poniéndose a las órdenes de directores como Woody Allen, Claire Denis, Olivier Assayas o los hermanos Safdie.
Es por ello que resulta imposible imaginarse a Bella Swan y Edward Cullen, protagonistas de «Crepúsculo», con otros rostros que no sean los de Stewart y Pattinson. Y es por ello que ha causado tanta sorpresa entre el fandom unas antiguas declaraciones de Stephenie Meyer, autora de las novelas que cimentaron la saga cinematográfica.
Según recoge Comic Book, la escritora estuvo muy encima de la preparación de la primera entrega en 2007, compartiendo con sus lectores buena parte de los avances de la producción, e incluso sus preferencias personales en torno a cómo debía salir adelante, consigna Cinemanía.
Y entre esos detalles está que ni Pattinson ni Stewart eran los candidatos idóneos para ella. En su lugar, Meyer quería que Edward fuera interpretado por Henry Cavill. El actor que hoy conocemos por sus papeles como Superman o Geralt de Rivia en «The Witcher» no era muy conocido en aquella época, pero su físico y edad lo convertían en un Edward Cullen perfecto, según Meyer. Al fin y al cabo, ella había imaginado al personaje como un joven de inigualable belleza.
Sin embargo, la escritora era consciente de que los retrasos experimentados por la producción conducirían al envejecimiento de Cavill, y dejaría de ser apropiado para el puesto. Aunque la edad no fuera un problema en el caso de Emily Browning (su candidata para encarnar a Bella), el fichaje de la actriz que entonces había alcanzado la fama por «Una serie de eventos desafortunados» de Lemony Snicket tampoco llegó a concretarse. Pattinson y Stewart fueron, pues, los actores elegidos, y con el tiempo Meyer descubrió que también eran perfectos a su modo.
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