No hace mucho los medios y las agencias de noticias pagaban fortunas por una fotografía de algún famoso o una instantánea de un miembro de la realeza sacada por un paparazzi.
Lady Di fue una de las figuras que era constantemente acosada por los fotógrafos, quienes buscaban capturar algún momento íntimo para venderla a buen precio.
Pero la fallecida princesa Diana también fue protagonista de una serie de fotos que fueron tomadas sin su consentimiento y que luego las compraron en un millón de dólares por la revista Hola, con el fin de que nunca vieran la luz.
Las fotografías fueron tomadas en 1994 en un viaje que hizo Diana junto a dos amigas a Mijas, Málaga (España). El responsable de conseguir las instantáneas fue el fotógrafo Diego Arrabal.
“No estamos preparados para discutir fotografías que no hemos visto, pero, obviamente, a nadie le gusta que le tomen fotografías que sean una intromisión de la intimidad, y ello incluye a la princesa de Gales”, decía un portavoz del Palacio de Buckingham.
Según Arrabal, las fotos se realizaron el último día. “Ella se iba en un vuelo a las cinco de la tarde y las fotos se hicieron a las 12 de la mañana. Estaba tomando el sol boca abajo, sin la parte de arriba del biquini para que no le quedaran marcas. Nunca hizo toples”.
“En un momento determinado, ella se levantó para ir al baño y se cubrió con una toalla. Allí yo, que estaba a pocos metros de ella, le vi por un segundo los pechos, pero no pude fotografiarlo. Minutos después, volvió de la habitación, extendió la toalla para tumbarse boca abajo y ahí capté esa imagen. La foto la hice con la toalla de fondo y ella de rodillas, de frente a mí, con los dos pechos perfectamente visibles”, afirma el fotógrafo.
La agencia Europa Press ofreció las imágenes a la prensa inglesa por un millón de libras por una exclusiva mundial y la mitad por la exclusiva en el Reino Unido, según señala El País.
Han pasado décadas sin que esas fotografías vean la luz. El hecho que las imágenes no hayan sido vistas por nadie se debe a que se quemaron. Por lo menos así lo asegura Arrabal.
“Se hizo una pequeña subasta a nivel mundial. Vinieron directores de revistas de Alemania y de Australia para ver y pujar por las fotos. La mencionada revista pujó por esas fotos y se las llevó. Cuando se llegó a un acuerdo, nos llamó el propietario de la publicación y le dimos las diapositivas. Él cogió un cuenco, puso las diapositivas y les prendió fuego, porque no quería que en el futuro nadie jugara con ese material”, asegura el fotógrafo.
Según Arrabal se pagó un poco más de un millón de euros. “Es verdad que es la fotografía por la que más se ha pagado en la historia y, encima, nunca se llegó a publicar”.
Foto: Wikipedia