Abbas Karimi es un deportista paralímpico nacido en Afganistán, quien ahora, mientras su país sufre con el retorno de los talibanes al poder, está listo para participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Aunque al joven de 24 años le gustaría representar a la delegación de su país, lo cierto es que ha tenido que buscar asilo en el extranjero como consecuencia de la inestable situación actual.
Karimi nació sin brazos y según ha contado sufrió acoso psicológico por parte de aquellos que se burlaban de su aspecto físico: “Había mucho rechazo y me sentía juzgado, ya que los compañeros me llamaban sin brazos”, contó el deportista a USA TODAY Sports.
El afgano también recordó que “era un niño que se enfadaba constantemente con el mundo y con su injusta vida. Me preguntaba por qué Dios me había creado así”.
Ahora, el atleta paralímpico canaliza su ira en la piscina, donde compite para hacer historia. Desde que su hermano le construyó un recinto de 25 metros a los 13 años para nadar, descubrió que podía desplazarse en el agua usando exclusivamente su pecho y piernas. Karimi no tardó en ver que la piscina era un lugar seguro.
“El agua se convirtió en lo único que me refrescaba”, dijo. Allí podía relajarse, ya que “no tengo que luchar. Ese fuego que llevo dentro ya no va destinado a los matones o mi discapacidad. Puede ir en aras a la victoria”, agregó. Y ese triunfo, concretamente, es conseguir el oro. Karimi desea ser el primer miembro del Equipo Paralímpico de Refugiados que consigue una medalla.
El deportista afgano es uno de los seis atletas refugiados que se han visto obligados a huir de la guerra, la persecución y las violaciones de los derechos humanos, y que ahora participan en Tokio. El primer equipo paralímpico independiente compitió en los Juegos de Río de 2016.
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