Cinco o diez minutos en el agua y las yemas de los dedos de las manos y pies se arrugan. Se trata de una reacción de la piel habitual al entrar en contacto con el agua de la piscina o del mar, o simplemente al darnos un baño largo. Pero, ¿por qué ocurre únicamente en estas zonas del cuerpo y no en otras?
Se trata de una cuestión que sigue desconcertando a la comunidad científica y uno de los motivos que se creía era por la absorción del agua en la dermis. Sin embargo, una de las teorías más aceptadas hasta ahora es que estas zonas de la piel se arrugan rápidamente como método de adaptación al agua y para obtener un mejor agarre, recoge 20 Minutos.
Una de las creencias previas a estas teorías era que las arrugas que aparecían en los dedos eran el resultado de la absorción del agua por la capa externa de la piel. “Se pensaba que se trataba de una reacción bioquímica, de un proceso osmótico que hace que el agua desaloje una serie de componentes de la piel, provocando que los dedos y palmas de pies y manos se queden macerados y arrugados”, explicó a Infosalus el doctor Román Barabash Neila, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV).
No obstante, estudios médicos más recientes indican que estas arrugas podrían deberse a “un proceso activo”, esto es, estar provocadas por “la constricción de los vasos sanguíneos de debajo de la piel, controlada por el sistema nervioso autónomo”, agregó el especialista en dermatología.
En el año 2011, el neurobiólogo Mark Changizi y su equipo evidenciaron que estas arrugas aparecían para mejorar el agarre en condiciones de humedad, tal y como detallaba en el artículo de investigación. Así, las yemas arrugadas actuaban como “bandas de rodamiento” para la canalización del agua.
De hecho, un estudio realizado por un equipo de neurocientíficos de la Real Sociedad británica publicado en 2013 en la revista Biology Letters respaldó esta teoría de adaptación. “Se sabe que la formación de estas arrugas es un proceso activo controlado por el sistema nervioso autónomo” y este control “sugiere que estas arrugas pueden tener una función importante”, destacan en el estudio los autores.
Así, esta investigación muestra que “los objetos sumergidos se manipulan más rápidamente con los dedos arrugados que con los dedos sin arrugas, mientras que las arrugas no influyen en la manipulación de objetos secos”. De tal manera que estos hallazgos apoyan esta teoría de que las arrugas en las yemas de los dedos pueden mejorar “el manejo de objetos sumergidos”.
En todo caso, añaden los investigadores, no está del todo claro cómo se logra este proceso. “Una posibilidad es que las arrugas canalicen la evacuación de agua entre la yema del dedo y el objeto, como sugiere la hipótesis de la pisada de lluvia”. Otra opción es que se generen cambios en las propiedades de la piel, “como la flexibilidad, la adherencia o un aumento del coeficiente de fricción”.
Tras realizar la investigación, el equipo sí pudo comprobar que cualquiera que sea el mecanismo, no es efectivo en condiciones secas, por lo que “estudios futuros deberían poder diferenciar entre los diferentes mecanismos posibles”.
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