Cuando el Titanic partió en su único y condenado viaje en 1912, dentro del mismo viajaban pasajeros de clase alta, de clase media y de clase baja, como bien nos mostró la película homónima dirigida por James Cameron.
Para acomodar a todos estos y darles de comer, el barco contaba con tres comedores diferentes, ordenados de acuerdo a la capacidad monetaria de aquellos que viajaban ahí.
Primera clase
En primera clase se comía en un restaurant especialmente armado, cuya concesión le había sido brindada a A.P. Luigi Gatti, un gastrónomo italiano que tenía varios locales en Londres y que empleaba un staff mayormente italiano y francés. Asimismo, imprimía sus menúes diariamente en papel especial, y contaba con porcelana y cubiertos de plata especiales.
El menú, además, contaba con una amplia variedad, que iba desde platos tradicionales de alta cocina francesa hasta una parrilla que cocinaba cordero, un buffet y una variedad de quesos.
Segunda clase
La segunda clase, por su parte, comía en un gran salón que podía sentar hasta 394 comensales, con sillas que se balanceaban para evitar el mareo propio de la comida en alta mar. El menú consistía en comidas tradicionales y sabrosas, en donde se encuentran papas fritas, huevos fritos, riñones y pescado fresco.
Tercera clase
La tercera clase, la más baja, finalmente se sentaba en largos tablones que acomodaban a 20 personas por vez, colgaban sus abrigos y sombreros en ganchos en la pared. El salón era grande y bastante austero y podía sentar hasta 473 pasajeros, por lo cual era necesario dos turnos para dar de comer a los 710 pasajeros de esa clase.
El menú estaba basado en comidas populares como roast beef, sopa de arroz, porridge de avena y papas hervidas.
Observamos, entonces, como la división se expresaba hasta en los puntos más pequeños, como aquello que la gente comía. El iceberg, sin embargo, no hizo diferencias de fortuna o clase.