Todos hemos sufrido alguna vez la indignación de que una máquina expendedora, de café, gaseosa, caramelos o cigarrillos, nos trague el dinero o se tranque a la hora de liberar la deseada golosina.
Pero nada se compara con el enojo y la nota paso-a-paso que dejo este sujeto. La situación fue la siguiente: quiso comprar una barra de caramelo que estaba anunciada a 1 dólar para descubrir que en realidad salía 1.10 y él no contaba con los 10 centavos extra.
El mensaje, traducido, dice lo siguiente:
"Querido Hombre del Caramelo,
Estoy enojado, pero no dejaré que las emociones me dicten esta carta; me meteré directamente con los hechos:
– Los Honeybuns están en el compartimento F4, el precio listado es 1 dólar.
– Quería un Honeybun
– Puse $1.00
– Apreté F
– Apreté 4
– La máquina me dijo que salía 1.10
– No teniendo los 10 centavos extra, apreté el botón de devolución del dinero
– No salió nada
– Intenté de nuevo
– Nada
– Intenté de nuevo
– Nada
– Como no tenía ganas de donar $1.00 a tu causa maligna, desperté a mi compañero de habitación buscando tus preciosos 10 centavos
– No me voy a ir con las manos vacías
Creo que me debes 10 centavos, Hombre del Caramelo.
Creo que tienes que etiquetar tus snacks de forma correcta y creo que tienes que arreglar tu sistema de devolución de dinero."
10 centavos parecería muy poco para algunos, ¡pero es el principio lo que importa! Imagínense parados frente a la máquina, confiando en su fría lógica calculadora y sus engranajes alemanes o japoneses, hambrientos, con frío, con ganas de irse a dormir, y alejándose con las manos vacías por un error. Pocas cosas más terribles.