Desde que los teléfonos inteligentes forman parte de nuestra vida la gente parece estar más pendiente de ellos que del resto de personas. Generalmente todos aceptamos la mala educación de los demás y su uso indiscriminado del móvil, procurando no poner mala cara aunque sepamos que no nos prestan atención. Y a veces somos nosotros mismos los mal educados con los demás por nuestra adicción al dispositivo.
Consultado por esta realidad, el programador Paul Graham manifestó que las sociedades tienden a desarrollar “anticuerpos sociales”, es decir, defensas contra nuevos comportamientos dañinos, en este caso el uso excesivo del teléfono móvil.
El experto utilizó el ejemplo del tabaquismo: fumar en público se convirtió en tabú en el lapso de solo una generación después de que cambiaran las convenciones sociales. Las restricciones legales jugaron un papel importante, pero un cambio en la percepción de los fumadores, de cultos a toscos, sentó las bases para el apoyo público a las prohibiciones de fumar. De manera similar, el remedio para detectar la indiscreción puede ser desarrollar nuevas normas que hagan socialmente indeseable revisar el teléfono en compañía de otros.
En el trabajo
Según contó el psicólogo Nil Eyal en Psychology Today, una solución es adoptar un enfoque explícito. “Sucede lo mismo en todas las reuniones a las que asisto: alguien (generalmente el mejor pagado de la sala) comienza a usar el móvil. El comportamiento es tóxico de muchas maneras: envía un mensaje a todos de que el tiempo con los dispositivos es más importante que su tiempo y distrae a las personas”.
La mejor manera de evitar esta pérdida de tiempo es que alguien superior ordene una “reunión sin pantallas”. “En mi experiencia al realizar cientos de talleres, las discusiones declaradas libres de dispositivos son mucho más productivas. Establecer expectativas desde el principio equivale a administrar una vacuna contra la distracción”.
Con amigos
Aquí el problema es que no hay un jefe. Al principio, la gente solía dejar todos los móviles en el centro de la mesa para evitar la tentación. Hoy, todos sabemos que es maleducado, pero siempre hay alguien que continúa usándolo.
Entonces, ¿cuál es la mejor manera de sacar al transgresor del teléfono? Avergonzarlo frente a los demás no es una buena idea, se requiere una táctica más sutil: una buena opción es hacer una pregunta. Hacer una pregunta directa le hace un favor a la persona al alejarla del teléfono mientras le envías un mensaje claro. “Oh, lo siento, ¿estabas con tu teléfono? ¿Está todo bien?” Si realmente hay una emergencia, la persona puede disculparse, pero la mayoría de las veces, se lo guardará en el bolsillo y comenzará a disfrutar de la noche.
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