Jacqui McNeill tenía solo 12 años cuando su madre murió repentinamente de insuficiencia cardíaca. Pero la niña, una de los 11 niños en total, no se lo pensó dos veces antes de cuidar a sus siete hermanos menores.
Llena de ira y tristeza durante años, Jacqui finalmente encontró consuelo en su fe católica irlandesa y se acercó más a Dios. Inspirada por el trabajo de la Madre Teresa, Jacqui decidió viajar desde su hogar en Ohio a la India, donde trabajó durante cuatro meses junto a niños con discapacidades en un hogar de acogida.
“No entendía cómo alguien podía mirar a estos niños y ver algo que no fuera belleza, vulnerabilidad e inocencia”, dice. “Me los hubiera traído a todos conmigo a los 24 años“.
Si bien sabía que no podía adoptar a todos los niños, Jacqui sabía en su corazón que un niño en algún lugar de la India algún día la llamaría mamá. Entonces, el 27 de abril de 2018, el día que cumplió 25 años, la edad legal para adoptar en India, la terapeuta conductual presentó la documentación para adoptar oficialmente.
Después de dos largos años llenos de más obstáculos de los que esperaba, Jacqui finalmente encontró a Emilia, quien nació sin brazos ni piernas como resultado de una condición rara y a menudo fatal llamada síndrome de Tetra-amelia.
“Recuerdo que abrí su información y vi ‘deficiencia en una extremidad’“, dice Jacqui. “Entonces vi que eran las cuatro extremidades”. “La primera vez que vi una foto de su rostro, simplemente lloré”, agrega Jacqui. “No sabía cuáles serían sus necesidades, pero vas más allá y haces lo que tienes que hacer por tu hijo”.
Durante el proceso de adopción, hubo muchos momentos en los que Jacqui dudó si el sueño de su vida se haría realidad. Eventualmente encontró helpusadopt.org, una organización que la ayudó a recaudar $45,000 en tarifas.
“Me dieron una gran subvención y ayudaron a que esto fuera posible“, dice Jacqui, quien también asumió otros trabajos secundarios. “Estoy muy agradecida.”
Después de otro año de espera, Jacqui pudo viajar a India en abril de 2021 y finalmente traer a Emilia a casa. “Cuando la recogí, me dijeron: ‘Buena suerte. Es una niña gruñona. Nunca sonríe'”, recuerda la madre.
Pero Jacqui ha tenido la experiencia opuesta con Emilia, a quien describe como una niña de 4 años “alegre y feliz”. “Ella no hace nada más que sonreír, y ha tenido mucho que superar“, dice Jacqui.
Emilia ahora está en un preescolar regular, puede subir las escaleras y se las arregla para comer y beber sola. Si bien “hace un gran lío al hacerlo, es muy decidida“, dice Jacqui. “Le digo todo el tiempo que ‘no puedo no está en nuestro vocabulario'”.